domingo, junio 4, 2023
REVISTA INTERNACIONAL DE RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS, MEDIACIÓN, NEGOCIACIÓN Y DIÁLOGO
PUBLICACIÓN TRIMESTRAL DEL INSTITUTO DE MEDIACIÓN DE MÉXICO

El Instituto Latinoamericano de Conflictología, una necesidad

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Se precisa conocimiento pertinente en esta época de cambio acelerado. El campo de la gestión de conflictos y mediación en general debe emprender nuevos retos. Se propone la creación de un Instituto Latinoamericano de Conflictología

Por Josep Redorta
• Mediador internacional y autor de Cómo analizar los conflictos y Aprender a resolver conflictos, La estructura del conflicto, entre otros.

Yuval Noah Harari es un israelita doctor en Historia por la Universidad de Oxford, premiado dos veces con el Premio Polonsky de Creatividad y Originalidad. Su reputación alcanzó altísimos niveles y una de sus obras Sapiens, que no deja de ser un ensayo de antropología histórica, vendió desde su publicación en 2013 unos 15 millones de ejemplares. Traemos a colación este autor por una afirmación que nos interesa destacar: “Los humanos raramente piensan por sí mismos, lo hacen en grupo. Igual cómo hace falta una tribu para educar una criatura, se precisa una tribu para inventar una herramienta, resolver un conflicto o curar una enfermedad”.

        Estamos pues en la idea que se precisa el grupo para resolver conflictos. Y esto nos lleva a considerar, si en el marco de una sociedad muy individualista en términos generales –hablando desde la raíz occidental–, nuestro conocimiento de cómo resolver conflictos está suficientemente desarrollado. ¿Es probable que nuestros conocimientos sobre resolución de conflictos resulten insuficientes para afrontar el momento histórico actual de la humanidad? Esta es una pregunta adecuada.

        Si nos interrogamos sobre cuáles serían los conocimientos pertinentes, no ya únicamente para resolver conflictos, sino para asumir la realidad social actual, precisamos un conocimiento global, pero capaz de integrar lo local y también lo parcial. Un conocimiento que aspire a superar la fragmentación disciplinar que tantas veces nos impide ver la totalidad. Un conocimiento, en suma, que nos permita poner la información en contexto.1

        Una de las cualidades de todo este conocimiento sería asumir sus propios límites. Y la capacidad de afrontar la incertidumbre. Esto tiene relevancia especial en el caso de las contradicciones, las disputas, los conflictos y los enfrentamientos. El conflicto genera una situación de tensión en todo grupo y en especial en un contexto de cambio social rápido. De ahí la necesidad de ser capaces de mejorar la comprensión de los procesos sociales.

        En cualquier caso, mejorar esa comprensión supone revisar los paradigmas en los que nos atascamos y aprovechar lo útil para dar nuevos pasos. Hablando de la ciencia en general, R. Sheldrake afirma: “el sistema de creencias que gobierna el pensamiento científico convencional es un acto de fe, encallado en la ideología del siglo XIX”.2 Esta dura opinión de un científico de relevancia, si la aplicamos a nuestro campo, a la gestión de conflictos, reconoceremos que el diagnóstico de B.S. Mayer era correcto. Lo era en el sentido de que es preciso dar un paso más allá

en la mediación, para poder acceder a influir de manera más decisiva en los grandes y pequeños problemas a los que nos enfrentamos. Recordemos que ya un gran estudioso de los conflictos como M. Deutsch,3 aseguraba que no puede separarse el estudio del conflicto de los medios de resolución del mismo.

        En un profundo análisis de los factores que influyen en el cambio social, los esposos Toffler señalaban que el conocimiento obsoleto constituye una gran parte de la base conocimientos de cada persona, empresa, institución o sociedad, con una especial observación: al acelerarse el cambio, se acelera también el ritmo al que el conocimiento se torna obsoleto. Hoy, en la época de internet, navegamos entre cantidades ingentes de información que nos desborda. De ahí la necesidad de replantearse algunas herramientas. Pero, la primera pregunta sería: ¿Qué entendemos por conocimiento pertinente en la actualidad y en nuestro campo?

        Debemos comprender para actuar. Debemos comprender mejor a las personas y los grupos sociales. El conocimiento pertinente debería permitirnos integrar el contexto en sus distintos niveles, las relaciones humanas en su multidisciplinariedad, la complejidad de la vida social. Hoy el conocimiento debe ser capaz de superar la fragmentación disciplinar, la hiperespecialización, los reduccionismos, la falsa racionalidad. Aprovechar lo que nos sirve y crear como una vía para avanzar.        

Al mismo tiempo, debemos generar nuevos paradigmas, nuevas ideas, apelar a la tribu como decía Harari –recordando un refrán africano–, que nos informa que para educar a un niño se precisa toda la tribu. En las situaciones de crisis es, precisamente, cuando conviene revisar los paradigmas y herramientas en que nos hemos apoyado hasta ahora. Estas situaciones generan inseguridad profesional para los participantes en el campo teórico que fuere.4 Es por ello por lo que nos conviene avanzar. Poner las luces largas y alzar la mirada.

        La necesidad de crear nuevos mitos

        El redescubrimiento de la importancia de los mitos tiene lugar en la historia del pensamiento en el siglo XX y sobre todo lo debemos a los importantes trabajos desde la antropología que hizo Levi-Strauss.5 Aun que nos parezcan ajenos a nosotros, en nuestra vida diaria los mitos mueven montañas.

        Los mitos nos resuenan como cosas del pasado, de la antigüedad clásica, pero en realidad su vigencia es enorme. Los mitos permiten unir sociedades y grandes grupos humanos. Harari6 nos explica que en la historia de la humanidad el mito aparece con la revolución cognitiva de los neandertales que se produjo entre 70.000 y 30.000 años antes de nuestra era. Los grupos humanos se fueron ampliando, pero   la investigación sociológica puso de manifiesto que los grupos de más de 150 personas se desintegran.

        Sin embargo, es claro que los humanos fundan ciudades desde la antigüedad con miles de personas. ¿Cómo lo consiguen? ¿Cómo son capaces de superar ese umbral crítico? La respuesta nos la proporciona de nuevo Harari con la siguiente afirmación: “un gran número de extraños puede cooperar con éxito si creen en mitos comunes.”

         De esta manera, el desarrollo de toda la humanidad tiene que ver con los mitos que creamos. La imaginación crea un espacio común y la formación de creencias compartidas permite impulsar grandes acciones hacia adelante. El héroe mítico nos muestra un modelo. Así pues, en su odisea Ulises llegará a su destino pese a todas las dificultades. Y además nos tranquiliza, porque lo que pretendemos resulta viable de alguna manera, pues ya se hizo antes.

Los mitos son irracionales por definición. Cuando un mito se racionaliza deja de ser mítico. Claramente su función es cohesionar grupos humanos. La flexibilidad del mito permite adaptar toda una idea a la sociedad humana, pensemos en el comunismo, el islamismo, las religiones. En todas las culturas del mundo existen los mitos, sea cual sea la sociedad y el tiempo.

        El mito trata de resolver una contradicción, cuestión claramente importante cuando se trata de resolver conflictos. Sin embargo, esto constituye una tarea irrealizable cuando la contradicción es real. Pero, lo importante es que los mitos generan una gran capacidad de movilizar la energía de la sociedad. El mito de la felicidad generó toda una industria de la autoayuda en diversos niveles. El príncipe azul es un modelo inalcanzable que hizo perder multitud de posibles buenas relaciones de pareja a la espera de mejores candidatos para una mujer joven.

        Llegamos pues al punto en que la cooperación humana a gran escala únicamente se puede conseguir si nuestros mitos se alinean en una dirección determinada. Examinemos someramente el mito de la pacificación. Probablemente sea Tomás Moro, quien en 1509 a través de su obra “Utopía”, estableció una sociedad realmente pacificada. La gran literatura clásica nos fue formulando propuestas y relatos para vivir mejor.

        Sin embargo, los relatos actuales que nos ofrece la industria del cine y los videojuegos son esencialmente violentos. Nos urgen relatos suficientemente atractivos para responder a ideas míticas por encima de las violentas y que inciten más a la cooperación que a la competición.Al mismo tiempo, nos urgen técnicas, recursos y nuevas posibilidades de intervención en el mundo real. En su Tratado de la Tolerancia, Voltaire ya nos dirá: “menos dogmas, menos disputas; y menos disputas, menos desgracias”. Todo un reto al que hacer frente.

        Necesitamos crear nuevos mitos que nos permitan avanzar en la cooperación humana. La pacificación es un reto que nos impulsa a conocer mejor los mecanismos de la regulación de conflictos. Aunque no lo parezca, los mitos condicionan nuestra acción y consideramos que deberíamos renovarlos. Nos falta encontrar cómo hacerlo.

        La emergencia de modelos y buenas prácticas

        En 19927 una revisión de los diversos modelos de conflicto llevó a la conclusión de su insuficiencia y de la enorme distancia entre teoría y práctica. Una posterior revisión8 puso de manifiesto la enorme dificultad de avanzar en los modelos de conflicto. Existen diversos problemas tales como la ausencia de una definición común de conflicto, pese a que todos tenemos una experiencia personal; la dificultad de extraer variables significativas y generales del fenómeno; los problemas para efectuar experimentos bien diseñados y desde luego, la dificultad de objetivación y comparabilidad de los resultados.

        Un modelo debe servir de guía. Puede ser aproximativo por la índole del tema que abordamos, pero sobre todo debe inspirar para la acción y ofrecer algún tipo de seguridad para las personas que deben gestionar la situación. Los modelos no tienen que ser únicamente teóricos. Existen multitud de buenas prácticas que demostraron su eficacia. Así el modelo de desarrollo urbano de la ciudad de Medellín (Colombia) supone una fuerte incidencia en la resolución de violencias y conflictos. Pero existen muchas más buenas prácticas cuyo potencial fue poco explorado o poco desarrollado.

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Un modelo debe servir de guía. Puede ser aproximativo por la índole del tema que abordamos, pero sobre todo debe inspirar para la acción y ofrecer algún tipo de seguridad para las personas que deben gestionar la situación”

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Todo lo anterior nos lleva a considerar la emergencia de sistemas. Lugar donde algo nuevo es una propiedad de la realidad social que se destaca de lo anterior. Hay muchas cosas nuevas en el mundo de la gestión y la resolución de conflictos, pero están muy dispersas. Esto es fruto del propio proceso de emergencia.

        En el mundo físico ocurre de igual manera. Así en el proceso de llevar el agua al punto de ebullición, al principio existen algunas burbujas, que se van ampliando a medida que la temperatura sube hasta hervir en un proceso integral y caótico de burbujas. Estos procesos de emergencia son caóticos y discontinuos en muchos aspectos al resultar que nacen y desaparecen novedades cualitativas9. Los sistemas emergentes siguen patrones ya que se establecen relaciones. Estos patrones permiten modelizar cualquier sistema.10

        Sin embargo, conviene destacar la importancia que la biología dio a los sistemas emergentes al establecer el concepto de autopoiesis para definir las relaciones entre sistemas cerrados y el medio al que se adaptan. El concepto aportado por H. Maturana y J. A. Varela11 se aplicó a otros campos de las ciencias sociales y nos permite decir que el campo de la gestión de conflictos es un área que produce novedad. Que es un sistema de regulación de conflictos, cuya adaptación al medio social la precisamos cada vez más perfeccionada para no perder oportunidades.         Si no perdemos oportunidades, tal vez podríamos afirmar que no somos suficientemente capaces de aprovechar las que tenemos, desde nuestra propia experiencia social. Vamos a destacar una analogía. Hace 30 años12 se estableció una red internacional de ciudades educadoras. En este marco se creó

una subred dedicada a la educación para la paz. Los principios de acción que en 2009 se acordaron fueron los siguientes:

  • la cultura de paz y la construcción democrática a todos los niveles.

        Lo que nos interesa de esta experiencia es destacar la potencialidad de las ciudades para alcanzar un modelo capaz de dar un paso más, yendo de la ciudad educadora a la ciudad mediadora.

        La organización de la convivencia

        Convivir es una experiencia de alguna manera dramática. Ni somos capaces de vivir solos, ni sabemos de manera suficiente vivir con los demás. La comunidad es el paraíso perdido al que deseamos volver con todas nuestras fuerzas y buscamos con ahínco los caminos que nos lleven ahí.

        En un mundo donde los valores de la competición se impusieron, donde al individuo se le pide que se desarrolle más desde su yo que desde un nosotros, es normal que las personas busquen referentes de identificación. Las iglesias y religiones de todo tipo ofrecen espacios de realización comunitaria. También los deportes colectivos, los grupos virtuales, organizan nuestra experiencia. La comunidad ofrece seguridad en un mundo hostil.

        Mientras a la teoría de la Selección Natural se le dio una gran importancia en la ciencia, y realmente la tiene, no se dio suficiente divulgación a la idea de la importancia de la cooperación en la evolución. Fue la biología la que puso el acento en este aspecto. Así vemos como “la simbiogénesis –la reunión de distintos organismos para formar entidades viables– es la más idea más bella y poderosa de la biología después de la selección natural”. 13  La autora de esta teoría explicativa de la vida Lynn Margulis sostiene que no se puede entender nada en biología sin reconocer la naturaleza comunitaria de toda la vida.

        Pero, el aspecto que nos interesa destacar a continuación es que la comunidad produce vínculos. Y los vínculos producen inteligencia colectiva. La confianza es el cemento de la sociedad, aquello que nos une, los mediadores somos reconstructores de confianzas perdidas. De ahí nuestra responsabilidad.

        Precisamos la invención de grandes herramientas sociales en opinión de José Antonio Marina en Las culturas fracasadas para hacer frente a los retos globales de la convivencia. Es aquí cuando interviene la inteligencia colectiva, en el diseño de estas grandes herramientas que se nos hacen más precisas que nunca. En el aprovechamiento mejor de las ya existentes. Precisamos reflexión y acción.

        Marina habla del capital social de las ciudades, o sea, del capital comunitario. De manera que los problemas comunitarios, por tanto, compartidos sostiene el autor que deben ser resueltos por la inteligencia compartida. Hablamos de normas, participación ciudadana, resolución de problemas y sobre todo de mecanismos de regulación. Los conflictos tienen una inmediata conexión con los mecanismos de regulación de la vida social.

        Todo lo anterior nos conduce a una reflexión sobre qué herramientas resultarían útiles en la práctica de la gestión de conflictos en una etapa en la que la conflictología simplemente se está construyendo y no precisamente a la velocidad que el cambio social precisaría. Al respecto, pensamos que nos conviene crear infraestructura, organización del conocimiento, innovaciones y propuestas concretas. Dejar de especular y asumir los riesgos de actuar en un mundo acelerado.

Una saludable sugerencia

        Estimamos que un proyecto que pudiera ser tractor de iniciativas y fertilizador de ideas podría ser la creación de un Instituto Latinoamericano de Conflictología (ILC).

        La conflictología, aunque aún no esté reconocida como una ciencia, lo será pronto. Se trata de afrontar uno de los grandes retos del estudio del conflicto: su falta de orientación interdisciplinar para centrar el esfuerzo de todas las disciplinas en un objeto: el conflicto y sus medios de resolución. Que ambos objetos van unidos, ya está admitido por quienes hasta la fecha estuvieron estudiando el tema desde distintas visiones.

        Algunas de las principales lagunas para avanzar en el estudio de los conflictos son además de la falta de trabajo multidisciplinar, la falta de conexión entre los problemas en la escala micro/macro que tienen en común más de lo que parece; la misma orientación de las investigaciones actuales que recogen poco aportaciones que podrían hacerse desde la historia, la antropología, la biología y otras; la falta de orientación de la investigación básica y su enlace con los nuevos paradigmas (complejidad,  morfología, inteligencia artificial) y la falta de desarrollos metodológicos suficientemente adecuados para el estudio profundo del conflicto y sus medios de resolución. 

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“La conflictología, aunque aún no esté reconocida como una ciencia, lo será pronto. Se trata de afrontar uno de los grandes retos del estudio del conflicto: el conflicto y sus medios de resolución

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        Los esfuerzos que se hacen en distintas partes del mundo están poco conectados entre sí. Y, muchos esfuerzos que podrían ser útiles se pierden en la fase de divulgación de la información. Demasiada información dispersa y poco conocimiento. Escasa transmisión de las claves culturales explicativas de fenómenos que pueden ser comunes para la humanidad entera. Las necesidades de Latinoamérica en general, no son solamente del continente, son aplicables y exportables a un mundo global.

        Instituto Latinoamericano de Conflictología

        Con vocación de ser referente, la misión y posible estructura inicial de una institución así puede ser virtual, global, modesta en sus principios, tremendamente útil y no especialmente cara. Veámoslo a nivel de propuesta de partida:

        Área de codificación

  1. La creación de un tesauro específico que abarque todo el abanico de la conflictología. Piénsese que es un tema de alta especialización. El Yarn, que es un diccionario en inglés de Conflict Resolution, tiene 1400 entradas. La función de este tesauro es generar el conjunto de palabras clave y su articulación para concentrar la información de manera que sea explotable. Actualmente, por poner un ejemplo, la palabra mediación es utilizada por multitud de disciplinas con sentidos muy diversos. Un caso extremo de confusión es España, donde a los vendedores de seguros se les llama mediadores.

        Área de documentación digital

  • La función de esta área consistiría en “conveniar” con los distintos centros y operadores de documentación. Esto debería hacerse de manera que cualquier tema importante quede referenciado donde se encuentra y su explotación, desde bibliografía hasta artículos científicos o investigaciones en curso. Quizás pudiera centralizarse en alguna biblioteca de referencia.

        Área de orientación investigadora básica

  • La misión de esta área sería promover las líneas de actuación de la investigación básica y aplicada de manera consensuada con los diferentes actores y el asesoramiento a instituciones sobre la mejor manera de aplicar los recursos disponibles. Orientar doctorados, catalizar tesis sobre temas relevantes, generar consenso sobre problemas comunes y otros.

Área de expertos

  • La misión de esta área sería mantener al día un listado de expertos por especialidad capaz de producir conocimiento específico y aplicado a casos concretos a partir de la práctica de la consultoría de nivel.  Saber dónde están los expertos, qué saben de conflictos de agua, tierra, guerras y otros, con un reconocimiento poco discutido, sería de alta utilidad y podría validarse desde alguna instancia internacional.

Área metodológica

  • La misión de esta área sería el seguimiento de la eficacia de las distintas metodologías ya sean de estudio o intervención en conflictos. Conocer qué es lo que funciona y porqué es muy relevante.

        Área de conocimiento de las prácticas utilizadas

  • La misión de esta área es tomar conocimiento de las mejores prácticas en gestión de conflictos y su difusión a la comunidad internacional. 

        Consorcio de instituciones alineadas

        Un proyecto de esta envergadura desborda cualquier universidad, pero precisa liderazgo. Las necesidades actuales se refieren a potenciar elementos de bajo coste (área de codificación). Un programa internacional podría amparar una idea así, que además requeriría un consorcio para desarrollarla. Así, por ejemplo, la Universidad de Castellón Jaume I (España) tiene una biblioteca especializada de alto valor en cultura de paz, el Centro de Estudios Jurídicos de las Américas, con base en Chile, tiene una buena base documental dedicada a los medios extrajudiciales de resolución de conflictos, Incore en Irlanda está especializado en conflictos multiculturales y varias universidades mundiales tienen departamentos más o menos potentes vinculados a la resolución de conflictos (Bradford, Oslo, George Mason, Colorado). Las universidades latinoamericanas debieran liderar el proyecto concentrando esfuerzos.

        La idea requiere un equipo de estudiantes que explore este campo en un nivel inicial y no se precisa casi ningún coste hasta la elaboración del proyecto. Podría generar entusiasmo en la gente joven animosa y con ganas de emprender iniciativas con sentido.

        El avance acelerado del conocimiento global nos conduce a situaciones en que cuesta distinguir cuál es el conocimiento pertinente para actuar de manera adaptada al momento presente y futuro en el área de la regulación de los conflictos.

        Estimamos que deberíamos ser más conscientes del poder y la fuerza de los mitos en la vida social. Aprovechar el momento de cambio acelerado para proponer mitos capaces de aglutinar ideas y acciones para forjar nuevos paradigmas que amparen acciones sólidas en el tiempo y el espacio.

        Ser capaces de pasar del mito al modelo de trabajo es aprovechar la situación de emergencia de iniciativas para estructurar una organización capaz de sacar partido de ellas. Imaginar, compartir, aprender, catalizar, construir y promover, son verbos aplicables a la acción concreta. Esto requiere iniciativa.         Las universidades y las ciudades pueden ser entes que solidifiquen acciones concretas. Pasar de ciudades con programas para educar en la paz y en los derechos humanos a ciudades mediadoras es una visión que ahonda la mirada en el futuro. Una herramienta para la acción podría ser la creación del Instituto Latinoamericano de Conflictología. Esta propuesta a es una invitación para quien esté dispuesto a asumir el liderazgo.

BIBLIOGRAFÍA

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REFERENCIAS

1MORIN, E. (2001). Los siete saberes para la educación del futuro, pág. 18.
2SHELDRAKE, R. (2013). El espejismo de la ciencia.
3DEUTSCH, M. (1973). The resolution of conflict. Es un libro clásico y una opinión muy respetada.
4KHUN, T.S., (1997) La estructura de las revoluciones científicas es una obra de referencia muy influyente.
5LÉVI- STRAUSS, C. (1987). Antropología cultural. El estudio de los mitos cambió a partir de la obra de este importante antropólogo francés siempre vinculado a la corriente sociológica del estructuralismo.
6HARARI, Y. N. (2015). Obra citada
7LEWICKY, R.J.; WEIS, S.E. y LEWIN, D. citado en la bibliografía.
8REDORTA, J. (2004). Cómo analizar los conflictos. Contiene una revisión muy completa de los modelos más conocidos de conflicto.
9BUNGE, M. (2004). Emergencia y convergencia.
10Para profundizar en este aspecto la obra de Steven Johnson: Sistemas Emergentes, citada en la bibliografía.
11Las ideas de Maturana y Varela sobre la vida han cambiado la visión precedente de la ciencia sobre la biología. Véase la bibliografía.
12https://www.edcities.org/carta-de-ciudades-educadoras/
13Lynn Margulis, una obra de Sagan. D. dedicada a las ideas y vidas de esta importante bióloga.

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