- Por CARLOS ALBERTO SARTI CASTAÑEDA, Director de la Fundación PROPAZ de Guatemala y autor de Construcción de la Paz, Resolución de conflictos y fortalecimiento de la esfera pública y Nuevos caminos para la resolución de conflictos.

A diferencia de las profundas y decisivas turbulencias, que, con diferentes niveles de intensidad y profundidad, se desarrollan en América Latina, en Guatemala vivimos un periodo de cierta estabilidad política, pero con negros nubarrones de cara al futuro.
La coyuntura estratégica guatemalteca se inicia en abril de 2015 (1), con grandes movilizaciones ciudadanas contra el gobierno por los altos niveles de corrupción gubernamental existentes. Hechos que fueron develados y ampliamente documentados por la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala – CICIG (2).
Las movilizaciones multisectoriales provocan una crisis política generalizada, que abarcó a todos los poderes del Estado y al funcionamiento del gobierno y, principalmente, las relaciones entre Estado y sociedad. Las protestas ciudadanas pacificas logran la renuncia del presidente y su gabinete. Posteriormente, Otto Pérez Molina, la vicepresidenta y varios ministros son enjuiciados y termina en la cárcel.
La fase aguda de la crisis se diluye una vez lograda la renuncia del presidente y su encarcelamiento. Los manifestantes se retiran de las calles y las plazas públicas. Esta desmovilización también fue motivada por la elección de un gobierno interino, y luego, por la elección de Jimmy Morales como presidente constitucional en 2016.
La nueva administración en vez de responder a los cambios planteados por las protestas ciudadanas y buscar nuevas alianzas para la gobernabilidad, se decanta alrededor de la alianza corrupta dominante del periodo anterior. Se trata de una amplia confluencia de pequeños partidos de orientación conservadora, el sector tradicional de la cúpula empresarial, militares retirados de arraigada militancia anticomunista, diputados distritales que articulan a liderazgos departamentales y municipales de fuerte relación clientelar con sus electores (y plausiblemente con operadores del narcotráfico).
En 2020 asume la presidencia Alejandro Giammattei hasta 2024. El llamado pacto de corruptos articulados en el gobierno anterior, ahora, también controla al nuevo presidente.
Actualmente, la coyuntura estratégica guatemalteca está determinada por la incidencia nacional de la pandemia de Covid-19, la consolidación de la alianza estatal-privada de naturaleza conservadora, que marca el rumbo del país, y la reformulación de la política de Estados Unidos hacia los países del Norte de Centroamérica.
“También es relevante el reflujo de los movimientos sociales, que alcanzaron su cúspide en 2015-206, y el agravamiento de las condiciones sociales de la mayoría de los habitantes”
También es relevante el reflujo de los movimientos sociales, que alcanzaron su cúspide en 2015-206, y el agravamiento de las condiciones sociales de la mayoría de los habitantes, parte de los cuales no tiene otra opción que migrar. A contrapelo, la economía sigue dando señales de recuperación, estimulada por el creciente envío de remesas de los migrantes que ya se encuentran en Estados Unidos.
El manejo de la pandemia ha sido un factor de desgaste para el gobierno de Giammattei por el rezago en el inicio y desarrollo de la vacunación anti-Covid-19. No hay protestas abiertas, pero se incrementa el descontento. Se observa también el incremento del desempleo y la pobreza.
En los últimos meses, el enfrentamiento entre diversos sectores y el gobierno ha crecido, se avizora un nuevo ciclo de tensiones entre el gobierno y la sociedad civil, que por ahora se expresa principalmente en las redes sociales, pero que acumula más descontento y polarización y, en consecuencia, se cierra los espacios para la acción concertada hacia objetivos nacionales.
La conflictividad sociopolítica en Guatemala está latente, pero se mantiene contenida por el efecto paralizador de la pandemia, y porque la prioridad de gran parte de la población es resolver la sobrevivencia en el día a día.
Precisamente, la cuestión migratoria es el caso test de las relaciones del gobierno de Guatemala y Estados Unidos. Al respecto, es evidente que el interés estratégico de Estados Unidos en Guatemala y Centroamérica es frenar la migración irregular hacia su territorio. Parte de su estrategia para frenar la migración es el combate contra la corrupción y aliviar las condiciones económicas locales que obligan a la gente a migrar.
En declaraciones de la Vicepresidenta Kamala Harris sobre Guatemala señaló: Las causas fundamentales de la migración son la pobreza, la falta de oportunidades, el clima extremo y la falta de medidas de adaptación al cambio climático, la corrupción y la falta de buena gobernanza, así como la violencia contra las mujeres, los pueblos indígenas, las personas LGTB y los afrodescendientes. Y añadió: Un componente esencial de las prioridades debe ser la lucha contra la corrupción, ya que esto erosiona la confianza que la gente tiene en su gobierno y dirigentes.
Cabe resaltar que Giammattei, dada la realidad geopolítica del llamado Triángulo Norte de Centroamérica, es para Washington un interlocutor menos incómodo que los presidentes de Honduras y El Salvador, por eso lo toleran más y no buscan, por el momento, desplazarlo.
La gobernabilidad del país se está logrando por la vía de la anomia social. Esto permite a la coalición política-económica conservadora gobernante un margen amplio de movimiento para proyectar la prolongación de su dominio más allá del actual gobierno. Así, resulta cada vez más evidente que, ante el acelerado deterioro del respaldo social al presidente Giammattei, el país va entrando en una lógica de relevo por la vía electoral, lo cual se traduce en un inicio anticipado de las elecciones.
El gobierno del presidente Giammattei no está bajo un riesgo inminente de vivir episodios de agitación social. Paralelamente, tiene el desafío de responder mucho más que retóricamente a los entendidos alcanzados con el gobierno de Estados Unidos para atender las causas de raíz de la migración irregular, incluyendo en ellas el combate a la corrupción y el apoyo a un sistema de justicia independiente.
Cabe destacar como rasgo emergente la fuerte presencia del movimiento indígena en la vida nacional. En efecto, como resultado de un proceso de acumulación y maduración del movimiento indígena guatemalteco, este se convierte en un actor político y social clave. Lo peculiar es que el nuevo liderazgo indígena no lucha solo por su cultura, ni tiene una visión centrada solo en la comunidad, por el contrario, lo nuevo es su perspectiva nacional, amplia y plural, y su determinación de incidir en la agenda nacional desde su propia visión.
Al respecto,Martín Pedro Toc Sic, presidente de los 48 Cantones de Totonicapán señala: Yo lo que quiero decir es que cuando hay esperanza, eso le permite a la persona despertar y cuando despertamos asumimos el compromiso de aportar cómo queremos que este país se vea. [T]
REFERENCIAS:
- Entenderemos por coyuntura estratégica aquellas situaciones y temporalidades de mediano plazo, que van más allá de las volubles coyunturas críticas de corto plazo. La importancia del análisis de las coyunturas estratégicas radica en el hecho que presentan una mayor riqueza de contenido y la articulación de varias lógicas: la lógica general de la historia, la lógica específica del momento estratégico y las tendencias emergentes. En ese sentido, se convierten en la expresión más desarrollada y compleja de la realidad política. En estos periodos, vemos a la sociedad como proceso histórico, como condensación y como posibilidades de futuro.
- La Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) fue creada el 1 de agosto de 2007 por la Organización de Naciones Unidas, por medio de un acuerdo con el Gobierno de Guatemala, Para más información ver la página web: http://www.cicig.org/index.php?page=mandato