viernes, junio 9, 2023
REVISTA INTERNACIONAL DE RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS, MEDIACIÓN, NEGOCIACIÓN Y DIÁLOGO
PUBLICACIÓN TRIMESTRAL DEL INSTITUTO DE MEDIACIÓN DE MÉXICO

Polarización y represalias, el rostro bifronte de la conflictividad

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La conflictividad no ceja en América Latina. Y los conflictos socioambientales, en particular, levantan polvo con sus movilizaciones intensas. “Polarización” vuelve a ser una palabra en boga en los análisis de la región.

• Por Gastón Aín
Coordinador del equipo de Resolución de Disputas del Mecanismo Independiente de Rendición de Cuentas y Transparencia del grupo BID. Previamente fue Asesor Regional en Prevención de Conflictos y Dialogo de PNUD-ONU para América Latina y Caribe.

No es novedad que la conflictividad en general, y la de tipo socioambiental vinculada a iniciativas de desarrollo en particular, registró un aumento sostenido en la última década, en particular en la región de América Latina y el Caribe. Aún no existen plataformas regionales integradas de registro de episodios y análisis cualitativo, pero algunos observatorios de monitoreo regional confirman esta tendencia sostenida a partir de los años 2000. Iniciativas como el Atlas de Justicia Ambiental o el Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales, reportaban 820 y 91 conflictos socioambientales respectivamente a febrero de 2020. Algunos dispositivos nacionales como el mapa de Conflictos del Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile o el Sistema de Alertas y Acciones Tempranas de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana-AIDESEP, permiten observar patrones similares.

        Las causalidades estructurales, el carácter determinante que tienen los diferentes contextos en que se desarrollan y evolucionan estos conflictos, así como los diferentes marcos cognitivos sobre el territorio, el desarrollo y la democracia, que vehiculizan comunidades y poblaciones afectadas, autoridades locales, empresas, gobiernos y entidades de financiamiento, también fueron revisados con cierto detenimiento.

La conflictividad en la región de América Latina y el Caribe se fue constituyendo como una madeja de hilo completamente enredada y en la que confluyen infinidad de conflictos no resueltos a lo largo de décadas que sobreviven en estado de latencia. Las micro raíces de esos conflictos no fueron abordadas y, aunque algunos no tengan manifestaciones violentas, muchos se reactivan con cierta intermitencia. En el centro de la madeja existe un corazón que guarda cierto orden, esta es la plataforma común sobre la que se desarrollan los conflictos con sus secuelas de inequidad, pobreza y exclusión, pero sus activaciones y derroteros van cambiando a la luz de una serie de determinantes situacionales propios de cada contexto y momento histórico. Por ello, y siguiendo a Carlos Sarti, resultará critico entender la conflictividad como una resultante histórica y no como la suma de episodios o conflictos en un lapso determinado de tiempo. La conflictividad se referirá al comportamiento que adoptan los conflictos en un periodo histórico y al tipo de relaciones que constituyen los actores de una sociedad o ecosistema de conflictos.1

La polarización en terreno minado

Al menos tres elementos parecen estar fungiendo como estresores en la conflictividad regional, acelerando sus procesos de escalada, ahondando tanto las diferencias cognitivas como las actitudinales entre los actores sociales y promoviendo reclamos por el cumplimiento efectivo de compromisos internacionales.

En primer lugar, la polarización social existente y, en particular, las consecuencias psicosociales que acompañan este fenómeno afectando a los ciudadanos y las comunidades. Aunque la polarización emerja con mayor visibilidad en torno a las grandes temáticas nacionales, su impacto y dinámica en el tejido social también permean y toman cuerpo a nivel comunitario o local bajo la forma de aceptación o rechazo absoluto a iniciativas o proyectos de desarrollo con potencial de afectar el medio ambiente o las formas tradicionales de vida de las poblaciones circundantes. Baró definía a la polarización como un proceso psicosocial por el cual las posturas ante un determinado problema tienden a reducirse cada vez más a dos esquemas opuestos y mutuamente excluyentes al interior de un determinado ámbito social. Al polarizarse, la persona se identifica con un grupo y asume su forma de captar el problema, rechazando conceptual, afectiva y comportamentalmente la postura opuesta y, lo más dramático, a las personas que la sostienen.2

La polarización construye y refuerza los estereotipos, instalando lógicas nosotros/ellos, generando sufrimiento en todas las instancias sociales, comenzando por las propias familias. Los estereotipos y las construcciones del otro que se operan en contextos polarizados afianzan los sesgos de atribución hostil, otorgando una lectura siempre negativa a las intenciones y las acciones de los demás. Contrariamente, las voces de quienes rechazan las narrativas de ambos extremos del espectro se invisibilizan o acallan. Las dinámicas de polarización continúan generando violencia intracomunitaria, precipitando enfrentamientos entre quienes están a favor y quienes se oponen a un proyecto, y propiciando episodios de amenazas, riesgo de represalias y, a veces, graves violaciones a los derechos humanos. Losada sostiene que el hermetismo o el encapsulamiento de cada grupo contribuye a reforzar la propia lectura que se tiene sobre los hechos, y cuanto más cerrado está el grupo, más reafirma su narrativa de lo que ocurre y la percepción de los grupos externos como posibles enemigos. El miedo a ser atacado, a la pérdida del territorio o al cambio en dinámicas sociales existentes, genera una angustia que se transforma en acciones de defensa o ataque preventivo, donde el lema explícito o implícito es el otro es el enemigo.3

Una vez que los actores sociales se polarizan, es sumamente difícil y se requieren estrategias a mediano y largo plazo para recrear condiciones de escucha activa que permitan un intercambio franco y productivo. El tiempo necesario para despolarizar individuos y contextos excede por mucho los tiempos políticos, financieros y administrativos de casi cualquier proyecto.

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“La polarización inmuniza contra la información nueva o de naturaleza técnica, porque el cerebro humano actúa de forma particular en contextos cargados

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La polarización inmuniza contra la información nueva o de naturaleza técnica, porque el cerebro humano actúa de forma particular en contextos cargados. Estudios neurológicos recientes muestran la imposibilidad que el cerebro experimente curiosidad y apertura al mismo tiempo que se siente amenazado.

En escenarios sobrecalentados, las personas necesitan reducir la tensión que este tipo de contextos genera con vecinos, colegas, familiares, y la opinión pública en general, a través de la búsqueda de coherencia que, muchas veces, llega de la mano de una simplificación burda. El rol subconsciente de la simplificación es crear un escenario binario en donde la persona se ve tomando una posición correcta desde el punto de vista moral, ideológico, religioso o desde su cosmovisión. La simplificación se entrelaza con un sesgo de auto-beneficio en el que las personas o grupos no dudan que la posición adoptada es definitivamente la correcta.

No abundan las teorías y los desarrollos conceptuales sobre las causas estructurales del surgimiento de la polarización en la región4. Sin embargo, investigaciones de reconocimiento global realizadas a inicios del siglo XXI ya reflejaban altos niveles de insatisfacción con los regímenes democráticos y crecientes niveles de frustración en el seno de las sociedades latinoamericanas.

La activación emocional de individuos y comunidades con altos niveles de polarización social, representa un obstáculo extra para la promoción de espacios de reflexión y búsqueda conjunta de soluciones a las conflictividades múltiples que existen en la región.

Intimidación violenta

En segundo lugar, los niveles de violencia en el procesamiento de algunas controversias y conflictos socioambientales, y en particular los fenómenos de represalias al que están sometidos quienes realizan tareas de defensa del medio ambiente, constituyen un segundo rasgo que se afianza en la región de América Latina. Por tercer año consecutivo, América Latina fue identificada como la región más peligrosa del planeta para los defensores del medio ambiente y de derechos humanos —más del 60 por ciento de asesinatos de defensores ocurren en sus pueblos, bosques y selvas. Para la organización especializada Global Witness, en 2018 fueron asesinados un promedio de más de tres activistas por semana, al defender sus tierras de la invasión de industrias como la minería, la explotación forestal y la agroindustria. En 2019, un total de 304 Defensores de Derechos Humanos fueron asesinados a nivel global, siendo 208 de estos latinoamericanos. Según información disponible colectada por Front Line Defenders, organización internacional especializada en la materia, el 85 por ciento de quieres fueron asesinados en 2019, había recibido previamente una amenaza directa, sea individualmente o como parte de su trabajo comunitario. Un 40 por ciento de quienes fueron asesinados, trabajaban específicamente temáticas vinculadas a la defensa de los derechos ambientales, de la tierra y los pueblos indígenas.

Resulta evidente que el asesinato es el indicador más extremo de procesos de violencia y confrontación que se gestaron con anterioridad y que no fueron abordados acorde a un marco de derechos humanos y respeto a la vida.

La base de datos del Centro de Información sobre Empresas y Derechos Humanos monitorea y compila casos de defensores/as de los derechos humanos dedicados a la rendición de cuentas de empresas que fueron víctimas de agresión, hostigamiento y homicidio desde 2015 hasta 2019. A diciembre de 2019, la base registraba 2.084 casos, de los cuales 238 episodios de represalias en sus diversas formas (desde acosos de toda índole, secuestros, amenazas, intimidaciones, demandas judiciales, golpizas, torturas y asesinatos) habían ocurrido en América Latina durante 2019.

Funcionarios de Naciones Unidas (ONU) y especialistas en la materia, coinciden en resaltar que este tipo de procesos comienzan con declaraciones y pronunciamientos que estigmatizan y desprestigian a los defensores presentándolos como antidesarrollo, terroristas o actores con intereses ocultos, lo que en muchos casos dispara procesos de criminalización, amenazas anónimas, arrestos y, en casos extremos, asesinatos por parte de los perpetradores cuya identidad es complejo dilucidar. Siendo que la estigmatización de los defensores constituye un primer paso, resulta crítico analizar tempranamente cualquier tipo de manifestación que contribuya a desandar las dinámicas polarizantes a través de la creación de imaginarios sociales negativos o a los intentos por vincular actos de genuina protesta con actividades ilegales, mafiosas o violentas.

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La polarización y la violencia bajo el formato de represalias a defensores del medio ambiente, son dos caras de una misma moneda”

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La polarización y la violencia, bajo el formato de represalias a defensores del medio ambiente, son dos caras de una misma moneda. La primera es precondición para la segunda, fertilizando el terreno en el que luego aparecen episodios de violencias múltiples, y en algunos casos, serias violaciones a los derechos humanos. La polarización mental, sostiene Johan Galtung, legitima la polarización del comportamiento que, a su vez, refuerza la primera a través de procesos bioquímicos en el cuerpo humano.

Normas sin actores

El tercer y último elemento se relaciona con el riquísimo marco normativo de la región, en particular, con los avances registrados en la temática de empresas y derechos humanos, así como en el del derecho a la consulta previa para pueblos indígenas y tribales regulado en el Convenio 169 de la OIT, y el impacto que este marco pueda tener en el perfil de la conflictividad en un futuro cercano.

Instrumentos como el Pacto Global lanzado en 1999, los Principios Rectores de las Naciones Unidas sobre Empresas y Derechos Humanos, adoptados unánimemente por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en junio de 2011, los Planes de Acción Nacional orientados a operacionalizar los UNGP  y el Acuerdo Regional sobre Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, firmado en marzo pasado de 2018 en Costa Rica, refuerzan las instancias de consulta y participación pública, el acceso a la información ambiental y el funcionamiento eficiente de los mecanismos de reclamación y remediación. Éste último instrumento, en particular, comprende obligaciones en materia de acceso a la información, participación pública en procesos de toma de decisión y acceso a la justicia en temas ambientales y requiere que los estados establezcan nuevos estándares para alcanzar el Principio 10, conocido como el Principio de Democracia Ambiental de la Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo. Un marco de esta naturaleza plantea un dilema excepcional para sociedades, estados y empresas, ya que su no implementación y/o vigencia efectiva aumentará la frustración y las estrategias adversariales de actores comunitarios y locales que promovieron su elaboración y adaptación, funcionando como un estresor directo sobre la conflictividad. Contrariamente, su adopción progresiva puede representar una válvula de escape a la conflictividad y la promoción de espacios multiculturales, donde los múltiples significados del desarrollo sean dialogados y acordados en un marco de respeto a los derechos humanos.

DISCLAIMER

  • La opinión y visión expresada en el texto precedente pertenece exclusivamente al autor y no representa el punto de vista del Grupo Banco Interamericano de Desarrollo-GBID-, ni del Mecanismo Independiente de Consulta e Investigación-MICI

BIBLIOGRAFÍA


Baró, I. M, “Polarización Social en el Salvador”. Versión Digitalizada Biblioteca “P. Florentino Idoate, S.J” Universidad Centroamericana, José Simeón Cañas, 1983.
“¿Enemigos del estado? De cómo los gobiernos y las empresas silencian a las personas defensoras de la tierra y del medio ambiente. Global Witness”, Julio 2019.
Front Line Defenders, Global Analysis, 2019
Galtung, J, A Theory of Conflict. Overcoming Direct Violence, Kolofon Press, 2010.
Lozada, M., “El otro es el enemigo: imaginarios Sociales y Polarización”. Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales. Universidad Central de Venezuela. Vol. 10, núm. 2, Mayo -Agosto 2004
Rojas Ríos, César, Democracias Callejeras. Bolivia: Fundación Red de Expertos Integrados, 2013.
Sarti, Carlos, Paz, conflicto y sociedad civil en América Latina y El Caribe, El Salvador, Ed. Ícara, 2007.


REFERENCIAS

1Sarti, Carlos, Paz, conflicto y sociedad civil en América Latina y El Caribe, El Salvador, Ed. Ícara, 2007.
2Baró, I. M., “Polarización Social en el Salvador”. Versión Digitalizada Biblioteca “P. Florentino Idoate, S.J” Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, 1983.
3Lozada M., “El otro es el enemigo: Imaginarios Sociales y Polarización”. Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, Universidad Central de Venezuela, Vol. 10, núm. 2, Mayo – Agosto, 2004.
4Una excepción a esta regla son las reflexiones de César Rojas Ríos. Para una introducción al tema ver Rojas Ríos, César. “La polarización y su dinámica ambidextra”, p. 331-335, en Democracias Callejeras (Fundación Red de Expertos Integrados, 2013).

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