Chile está en suspenso. Entre el ser y la esperanza. Boric y su gobierno, la constituyente y la oposición están ante un reto gigantesco: apuntalar para que Chile dé un paso adelante sin desbarrancarse en el camino.
- Por Rosa María Olave, Directora del Programa de Mediación y Resolución de Conflictos de la Universidad Alberto Hurtado de Santiago de Chile.
Escribo estas líneas a un mes de los resultados de la segunda vuelta presidencial en Chile, a poco más de un año del plebiscito que dio paso al proceso constituyente en el que estamos, a más de dos años del estallido social en el país… y en medio de la presencia de la variante ómicron del Covid-19.
Hace dos meses, los resultados de la primera vuelta presidencial nos sorprendían. El candidato de la extrema derecha, José Miguel Kast superaba al candidato Gabriel Boric del sector de la coalición de izquierda Apruebo dignidad. Un 27,9 por ciento frente al 25.8 por ciento.
El temor, el susto, la incertidumbre y la preocupación era lo que reinaba desde el primer momento luego de conocidos estos resultados. Rápidamente los grupos de whatsapp se multiplicaban desde el norte al sur de Chile, en las distintas comunas y territorios, para organizarse y sumarse a la campaña de segunda vuelta.
Dichos como no puedo quedarme en mi casa sin hacer nada; no podemos permitir que se instale el pinochetismo de nuevo; es necesario organizarnos y participar activamente en la campaña, se escuchaban de manera recurrente. Algo rememoraba el período del plebiscito del Sí y del No, del año 1988.
Y la campaña se activó, intenso trabajo territorial, ciudadanas/os se movilizaban espontáneamente en muchos lugares, y por otra parte el equipo de campaña de Apruebo Dignidad se reestructuró, incorporando nuevas figuras como la expresidenta del Colegio Médico de Chile, quien había tenido un rol clave en la pandemia. El rediseño de la campaña se centró en lo político, lo comunicacional y lo territorial.
La segunda vuelta arrojó un resultado algo inesperado: casi 12 puntos de diferencia del candidato de la derecha, 1,3 millón de electores nuevos en la segunda vuelta y Gabriel Boric se transformaba en el candidato a presidente más votado desde el regreso a la democracia, y el más joven en la historia del país.
Los resultados en alguna medida reflejaban la demanda de cambios que la ciudadanía expresó desde el 18 de octubre del año 2019, en el estallido social.
A los pocos minutos de conocidos los resultados, las calles empezaron a llenarse de adherentes, flameaban las banderas, las bocinas, los cánticos. Era una gran fiesta, masiva, diversa y colorida. Una gran celebración se tomaba las calles. Una muestra que tal vez expresaba esperanza en un cambio, un Chile para vivir mejor, como decía el eslogan de la campaña.
Hace pocos días el Presidente electo ha definido su gabinete. Un gabinete diverso, con mayor presencia de mujeres, intergeneracional, con presencia de los principales liderazgos del movimiento estudiantil del 2011. Por primera vez en la historia de Chile una mujer como Ministra de interior y seguridad pública, dos Ministros de las disidencias sexuales, y una nieta del ex presidente Allende en Defensa. Son señales de un nuevo ciclo en la historia política y social del país.
Lo que viene será difícil y complejo para el nuevo gobierno. Gobernar sin mayoría en el Congreso requerirá –como lo señaló el propio Boric en su discurso de victoria–, generar amplios acuerdos y establecer puentes para avanzar en procesos de transformación prometidos.
Uno de los desafíos del primer año de gobierno será asegurar el éxito del proceso constituyente, equilibrando el apoyo institucional por una parte, y al mismo tiempo, cuidar la autonomía de la Convención Constitucional.
Como dijo el cientista político Juan Pablo Luna, el mayor activo para el proyecto del nuevo gobierno tal vez sea el liderazgo del Presidente electo Boric, que se transformó en el heredero del Apruebo y representar una demanda de cambio y transformación social. [T]